La Gran Reforma Electoral
Por Ricardo Monreal Ávila / Colaboración Especial
*A diferencia de las reformas electorales del período neoliberal, este proyecto de la 4T busca construirse a la luz del día, en la plaza pública -real y virtual- y con la mayor participación de propuestas de las y los mexicanos en y fuera del país
Global Press Mx / Están en desarrollo los Foros de Consulta Popular para elaborar el proyecto de reforma político-electoral que presentará la presidenta Claudia Sheinbaum al Congreso de la Unión.
Será el primer proyecto en su tipo que no resulte de una negociación directa entre las dirigencias de los partidos políticos y el Gobierno federal, como ocurrió durante el período neoliberal (desde López Portillo hasta Peña Nieto), lo cual dio lugar a un sistema de representación y distribución del poder público que partía de considerar a los partidos políticos como “entidades de poder público” o, en su caso, de interés público, y dio paso a lo que en Ciencias Políticas se conoce hoy como Partidocracia.
Este sistema se encuentra en predicamento en la mayor parte de las Democracias occidentales y, en mayor o menor medida, se está reformando en tres vías:
1) reducir el costo económico de la representación partidista;
2) reconocer nuevas formas de participación ciudadana directa que no requieran la mediación partidaria, y
3) mayor rendición de cuentas y apertura de los partidos a la representación de los llamados nuevos electores (mujeres, jóvenes, migrantes, etcétera).
Hace más de dos siglos, Edmund Burke, filósofo y político irlandés, ya planteaba una serie de críticas profundas sobre los partidos políticos en su obra Reflections on the Revolution in France (1790) y en discursos parlamentarios. Aunque su postura era matizada y contextual, no una condena absoluta.
Entre sus aportaciones o ideas clave, hizo una clara diferenciación entre los grupos que se reunían -directa o indirectamente- con fines políticos. Así, supo establecer que las facciones y los partidos políticos no eran lo mismo.
En consecuencia, dio una definición de partido político, que serviría como referencia para estudios posteriores. Para Burke, estas instituciones eran “un cuerpo de hombres unidos para promover, mediante su esfuerzo conjunto, el interés nacional sobre algún principio particular en el que todos están de acuerdo”.
Como ejemplo de ello, tenemos su propio liderazgo, demostrado en el Partido Whig británico, que defendía límites al poder real, aunque también criticaba a los partidos políticos basados en intereses facciosos o en ambiciones personales, que anteponen el poder al bien común.
En ese tenor, sostenía que los partidos pueden dividir a la sociedad en bandos irreconciliables, debilitando la unidad nacional: “La peor tiranía es la de la facción que se disfraza de patriotismo”.
Y, como parte de los efectos nocivos de los partidos facciosos, observaba que “El que se une a un partido abandona su propia voluntad y libertad de pensamiento”.
Debe recordarse el contexto histórico en el que el politólogo elevó sus críticas.
Era conocido su rechazo a la Revolución francesa; veía en los jacobinos el ejemplo de un partido que destruye tradiciones en nombre de la ideología.
Por otro lado, era partidario de la defensa de la organicidad social: prefería la evolución gradual sobre la revolución, y los lazos orgánicos (familia, comunidad) sobre la lealtad partidista. También, a riesgo de incurrir en una especie de anacronía, se podría sostener que era un adepto al republicanismo y a una visión sustancial de la democracia: “El que lucha contra nosotros nos fortalece. La oposición es nuestra amiga”.
Sentencia que refleja su valoración del disenso, pero no de la facción destructiva.
Además, muy a propósito de los constantes ataques a las libertades políticas y la democracia, sentenció: “Para que el mal triunfe, solo basta que los hombres buenos no hagan nada”. Del mismo modo, sugería que los Partidos políticos deben servir para mejorar, no para demoler el orden social, y rechazaba a los que imponían abstracciones (como “la voluntad general”) sobre realidades concretas. Por ello, era de esperarse su influencia en pensadores como Alexis de Tocqueville y Michael Oakeshott, por lo que ve a su escepticismo hacia los partidos radicales.
Con todo, en ningún momento y en ninguna parte del mundo se plantea hasta el momento la desaparición de los partidos políticos como entidades de mediación y representación del poder público, solo su acotamiento y la eliminación de lo que Robert Michels (estudiando las estructuras organizativas de los partidos socialdemócratas europeos) llamó desde el siglo pasado “las tendencias oligárquicas de la democracia moderna”, que generan los famosos cuatro ismos de las estructuras organizativas partidarias: burocratismo, corporativismo, clientelismo y sectarismo (en consonancia con Burke), males que terminan por dañar primero a los propios partidos políticos y, después, a las democracias en las cuales se insertan.
Es importante aclarar que, en el caso particular de México, el gobierno de la presidenta Sheinbaum no tiene hasta el momento un proyecto de reforma político-electoral definido y acabado.
Está en construcción. ¿Con quiénes? De manera sustancial, con las y los ciudadanos que deseen hacer propuestas sobre su contenido. Pero también con las y los especialistas, académicos, ex funcionarios de los órganos electorales y simpatizantes, militantes y dirigentes de los partidos que deseen participar (y es deseable e indispensable que también participen), para tener el mayor espectro de propuestas posible.
Lo que existe desde el Gobierno es un temario, una hoja de ruta, un mapa de los puntos que es esencial contemplar en una reforma político-electoral contemporánea.
Los temas son los siguientes:
Libertades políticas; regulación de la competencia política, libertad de difusión de ideas y opiniones.
Representación del pueblo.
Sistema de partidos.
Financiamiento y fiscalización de gastos de partidos y campañas.
Efectividad del sufragio y sistema de votación.
Modelo de comunicación y propaganda política.
Autoridades electorales administrativas.
Justicia electoral.
Requisitos de elegibilidad e inmunidad de personas funcionarias elegidas por el pueblo.
Democracia participativa, consultas populares y revocaciones de mandatos.
A diferencia de las reformas electorales del período neoliberal, este proyecto de la 4T busca construirse a la luz del día, en la plaza pública —real y virtual— y con la mayor participación de propuestas de las y los mexicanos de aquí y de los que deseen votar desde el extranjero.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
X: @RicardoMonrealA