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2 de Octubre No se Olvida

Por Ricardo Monreal Avila

*El movimiento estudiantil de 1968 y la represión en Tlatelolco dejaron cicatrices profundas en la sociedad mexicana, pero también encendieron un espíritu de resistencia y lucha que ha perdurado en el tiempo, recordándonos la importancia de la participación ciudadana y la defensa de los derechos humanos en México

Global Press Mx / Uno de los capítulos más significativos en la historia reciente del país es el del movimiento estudiantil de 1968. No solo marcó un antes y un después en la vida política y social de México; también dejó un legado que ha influido en generaciones posteriores.

Ese histórico movimiento social y político estuvo marcado por unas generaciones de jóvenes cada vez más inquietos y conscientes de su entorno; sobre todo por la creciente influencia de la globalización económica que, de a poco, fue generando las condiciones para acercar a las personas de las diferentes latitudes del planeta, no solo para efectos de comercialización o consumo, sino para la balización de los nuevos paradigmas de pensamiento, conciencia o cultura.

No obstante, en México, todo brote de disidencia política era proscrito y se convertía en motivo de persecución desde las más altas esferas del poder. Con mayor razón, si consideramos que las propias élites económicas pactaron con la cúpula política; lo que le dio al régimen un carácter cerrado.

La intimidación, persecución, desaparición forzada, tortura y otros tratos crueles, inhumanos o degradantes fueron la constante bajo el régimen de mediados del siglo XX, el cual, a través de todos los medios posibles, se encargó de perpetuar su dominio como partido hegemónico al frente de Estado mexicano durante largo tiempo.

En 1959, la administración de Adolfo López Mateos enfrentó la irrupción del movimiento ferrocarrilero encabezado por Demetrio Vallejo. Ante las demandas o reclamos que se elevaron al Gobierno para mejorar las condiciones laborales: mayores beneficios en el contrato colectivo, aumento a salarios y democratización de la organización sindical, la cúpula del poder político emprendió, en contubernio con el charrismo dentro del gremio, campañas de desprestigio, hostigamiento y actos de represión contra los dirigentes de la movilización, a la cual se sumaron los gremios magisterial, de telegrafistas y petrolero.

A pesar del carácter legítimo de las demandas de este tipo de organizaciones sociales, de un golpe en la mesa, López Mateos terminó con el conflicto. Es decir, se optó por la rigidez y la cerrazón, olvidando cualquier atisbo de democracia.

Durante la década de 1960, en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz se movilizaron sectores alejados de las tradicionales luchas obreras o campesinas que se habían manifestado en nuestro país. En 1964, el movimiento de médicos irrumpió en el escenario político nacional, demandando mejores condiciones laborales para quienes trabajaban en instituciones de salubridad dependientes del Estado. La respuesta del Gobierno a organizaciones como la Asociación Mexicana de Médicos Residentes e Internos (AMMRI) fue la obcecación y el rechazo a sus demandas; por si fuera poco, la represión absoluta y la nula capacidad de diálogo no se hizo esperar.

El movimiento estudiantil de 1968 no fue un evento aislado; incluso lo precedieron otras protestas del mismo carácter. En Michoacán y Sonora, por ejemplo, las luchas de estudiantes marcaron un hito que indudablemente fue tomado como referente.

El origen del conflicto estudiantil de 1968 se debió al uso excesivo de la fuerza de la que la Policía, y específicamente el cuerpo de granaderos, hizo gala para disolver una riña entre dos grupos de estudiantes del nivel bachillerato, en la plaza de la Ciudadela, en la Ciudad de México.

Sin embargo, la fuerza del movimiento se extendió cuando el cuerpo estudiantil de diversas universidades como la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma Chapingo, y muchas más casas de estudio en todo el país, cuestionaron cómo se detentaba el poder político y el poco margen de maniobra que se tenía desde la oposición.

En el pliego petitorio dado a conocer por el Consejo Nacional de Huelga -dirigencia de aquel movimiento- en julio de 1968, se argüían las demandas que buscaban generar una mayor apertura política y el establecimiento de un sistema netamente democrático, inexistente hasta ese momento en México; cuestiones que, sin duda, incomodaron a las más altas esferas del poder.

El gobierno de Díaz Ordaz optó por la represión y la ausencia de diálogo -en el marco del gran compromiso de albergar los Juegos Olímpicos de ese año-, y soterró de tajo al movimiento estudiantil, la tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco.

Una vez expuesto brevemente el contexto en el que se desarrolló el movimiento estudiantil de 1968, vale la pena hacer un análisis de sus características especiales:

  1. Control del PRI: en la década de 1960, México estaba bajo el dominio de ese instituto político. Antes del movimiento estudiantil se había reprimido a lo largo de una década a trabajadores ferrocarrileros y a las protestas campesinas, y se perseguía en Guerrero y Morelos a la guerrilla de Rubén Jaramillo. La represión de las libertades civiles y políticas fomentó el descontento, especialmente entre jóvenes y estudiantes.
  2. Cercanía de los Juegos Olímpicos de México 1968: a medida que se aproximaba la inauguración de esa competición deportiva, el Gobierno intentó ocultar las tensiones sociales y las protestas en el país. Esto generó un clima de represión, pero, a la par, una mayor organización por parte de las y los estudiantes. En Europa también se desarrollaban protestas estudiantiles, y esto puso en alerta al Gobierno mexicano que, de acuerdo con el clima de la Guerra Fría, que prevalecía a nivel mundial, las disidencias juveniles eran catalogadas como “comunistas” y financiadas por “el oro de Moscú”, lo cual era una vil mentira.
  3. Protestas y demandas: el movimiento de 1968 empezó reclamando no solo mejores condiciones educativas, sino también la democratización del país, la libertad de expresión y el fin de la represión policial. Las demandas se extendieron hacia problemas sociales más amplios.
  4. La masacre de Tlatelolco: el 2 de octubre de 1968, el Gobierno reprimió con brutalidad a las y los estudiantes reunidos en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, lo cual dio como resultado un número indeterminado de personas muertas y heridas. Este evento se convirtió en un símbolo del autoritarismo y de los abusos del Estado mexicano.
  5. Conciencia social y política: el movimiento estudiantil despertó una mayor conciencia social y política en la población mexicana, especialmente entre la juventud. Esto llevó a una generación más crítica y activa en la vida política del país.
  6. Cambios en la política: si bien el PRI continuó en el poder, la masacre y el movimiento estudiantil llevaron a una gradual apertura política. A lo largo de las décadas, se comenzaron a implementar reformas que respondían a las exigencias sociales, aunque de manera limitada y controlada por el Gobierno.
  7. Memoria y derecho a la justicia: la masacre de Tlatelolco sigue siendo un tema de memoria y reivindicación en México. Las demandas de justicia, verdad y reparación se mantienen; por ello, cada 2 de octubre se realizan marchas y es izada a media asta la Bandera Nacional, en memoria de las y los estudiantes masacrados.
  8. Movimiento estudiantil y movimientos futuros: el del 68 también sirvió de referente a movimientos sociales posteriores, conectando las luchas estudiantiles con demandas más amplias de democracia, derechos humanos y justicia social.

En suma, el movimiento estudiantil de 1968 y la represión en Tlatelolco dejaron cicatrices profundas en la sociedad mexicana, pero también encendieron un espíritu de resistencia y lucha que ha perdurado en el tiempo, recordándonos la importancia de la participación ciudadana y la defensa de los derechos humanos en México.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

X: @RicardoMonrealA