Justicia Social y transformación de la desigualdad
***Por Ricardo Monreal Avila / Colaboración Especial
*El acceso de una mujer al Poder Ejecutivo Federal por la vía electoral es el símbolo del mayor cambio político, cultural y social en toda nuestra historia. Este hito, acompañado de la mayor reversión de la pobreza en un quinquenio, son dos motivos suficientemente grandes para que este año los festejos de la Independencia y la Revolución sean motivo de orgullo nacional. Son un claro mensaje de cambio de régimen y de inicio de una nueva etapa de nuestra historia
Global Press Mx / Para México y la mayoría de las naciones latinoamericanas otrora bajo el dominio de la Corona española, la independencia era más que un tema de identidad política; era, ante todo, un asunto de justicia social. Y así quedó registrado en casi todos los bandos independentistas.
A diferencia de las colonias británicas, que se habían independizado en 1783, los principales adalides de los movimientos independentistas y, a su vez, los más importantes ideólogos de los grandes proyectos sociopolíticos de Latinoamérica elevaron demandas que, entre otros aspectos, atacaban la esclavitud y las fuentes de explotación y pobreza económica.
El proyecto de Simón Bolívar, conocido como Gran Colombia, fue mucho más allá de la simple independencia militar. Era una visión integral para la América española liberada, compuesta por varios pilares.
Se reclamaba la independencia absoluta de España y el objetivo primordial era romper los lazos coloniales, no solo políticos, sino también económicos y culturales, con la metrópoli. Esto se lograría mediante una guerra prolongada y difícil.
El ideal de la Gran Colombia implicaba la creación de una sola y gran Nación hispanoamericana, fuerte y unida, capaz de defenderse de las ambiciones de potencias extranjeras (como el creciente expansionismo estadounidense o una posible reconquista española) y de mantener la estabilidad interna. Esta gran nación integró a las actuales Venezuela, Colombia, Ecuador y Panamá. Su visión era extender esta unión a otros territorios liberados, como Perú y Bolivia.
También consideró un poder moral (una cuarta rama del poder), para educar en la virtud cívica; un sistema electoral indirecto y censitario (solo votarían quienes tuvieran propiedades o educación), y la libertad e igualdad legal, pero con orden: Bolívar era un liberal ilustrado, pero de un liberalismo conservador. Creía en la igualdad ante la ley, la abolición de los títulos nobiliarios y la eliminación de los privilegios de casta.
Decretó además la “Libertad de Vientres” (los hijos de esclavos nacerían libres). Sin embargo, temía que una democracia plena y abrupta en una población sin educación y habituada al despotismo llevara al caos. Por eso, su modelo buscaba un equilibrio entre libertad y orden. También promovió la eliminación de barreras internas, el establecimiento de estímulos para la producción agrícola y la conexión entre las distintas regiones para fomentar un mercado interno.
Por su parte, el Siervo de la Nación plasmó su proyecto en los “Sentimientos de la Nación” (1813) y en la Constitución de Apatzingán (1814). Sus ideas centrales eran consustanciales a las de Bolívar; concibió una independencia total basada en la soberanía popular.
Y fue muy claro: América es libre e independiente de España y de cualquier otra nación. La soberanía emana del pueblo.
Abogaba por la división de Poderes y el establecimiento de leyes que moderaran la opulencia y la indigencia, aunque su pensamiento era quizá más radical que el de Bolívar. Proponía la abolición total de la esclavitud, la eliminación de las distinciones raciales y de castas. “Todos serán iguales, porque Dios no creó a unos para ser siervos de otros”.
A pesar de que actuaron en contextos diferentes, no eran pocas las ideas afines entre estos libertadores; ambos optaban por la ruptura total con la Corona y por la creación de repúblicas soberanas. Creían en la idea de ciudadanía y gobierno representativo, aunque con matices en su aplicación, y albergaban una profunda preocupación por la justicia social.
Asimismo, entendieron que la independencia no solo era un cambio político, sino también social. Morelos hablaba de “la América” como el territorio por liberar, refiriéndose principalmente a la Nueva España, pero con una conciencia americanista. Ambos pensaban más allá de las fronteras locales.
Y también tenían claro que, sin la reducción de las desigualdades sociales, de la brecha entre clases sociales, la independencia de una nación sería una hazaña a medias o una gesta no consumada, ya que la libertad política se vería amenazada o vulnerada por los conflictos derivados de esas disparidades (básicamente, por la apropiación y distribución de las fuentes de riqueza, que en esos años eran la tenencia de la tierra y la riqueza del subsuelo).
Un siglo después, en México, se produce la revolución de 1910, a partir de un movimiento armado que clama por la democracia política, pero muy claramente también por la reducción de las desigualdades sociales y económicas, convirtiéndose de hecho en la primera revolución social del siglo XX.
El tema de la Justicia Social o del Bienestar Social vuelve a estar en el centro de la reivindicación popular.
Ese movimiento histórico dejó en la Constitución la definición más completa y avanzada de su tiempo sobre lo que debe ser la democracia: “considerándola no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. Y es la misma que más tarde en Europa daría nacimiento al movimiento político de la Socialdemocracia.
Describo este recorrido de los movimientos independentistas y la democracia, para destacar que cualquier festejo de los dos movimientos revolucionarios fundacionales del país (la Independencia y la Revolución) estará incompleto si no se mide en función de los avances sociales que registra nuestra Nación.
Y en este 2025, ambas conmemoraciones tendrán una connotación muy especial: serán encabezadas por la primera Presidenta de México, en medio de la mayor transformación de las desigualdades socioeconómicas, signada por el hecho de haber sacado de la pobreza a más de 13.5 millones de mexicanas y mexicanos.
El acceso de una mujer al Poder Ejecutivo Federal por la vía electoral es el símbolo del mayor cambio político, cultural y social en toda nuestra historia.
Este hito, acompañado de la mayor reversión de la pobreza en un quinquenio, son dos motivos suficientemente grandes para que este año los festejos de la Independencia y la Revolución sean motivo de orgullo nacional.
Son un claro mensaje de cambio de régimen y de inicio de una nueva etapa de nuestra historia, que nos toca vivir en tiempo presente. Felicitémonos por ello.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
X: @RicardoMonrealA
***Presidente de la Junta de Coordinación Política y Coordinador Parlamentario de Morena en la Cámara de Diputados