Por Jaime Arizmendi / Colaboración Especial
*Partidos, Traiciones y Concertacesiones
*Gobiernos 2023: ¿18 Morena, 6 PAN, 3 PRI, 2 MC, 2 PT y 1 PES?
Global Press / Hay veces que el pato nada… Desde aquel 4 de marzo de 1929, cuando Plutarco Elías Calles funda el Partido Nacional Revolucionario (PNR); al cual Lázaro Cárdenas Del Río rebautiza en 1938 como Partido de la Revolución Mexicana (PRM); que en 1946 registran al Partido Revolucionario Institucional; durante seis décadas todos los gobernadores del país eran de sus filas.
Sí, hasta antes de octubre de 1989 en México no había asumido el gobierno estatal alguien abanderado por un instituto político de oposición. Vale recordar que en 1975 cuando el candidato del Partido Popular Socialista (PPS) al gobierno de Nayarit, Alejandro Gascón Mercado, ganó en las urnas la gubernatura de Nayarit.
Pero es también cuando el entonces presidente nacional del PRI (ahora autoinvestido como “luchador por la democracia”), Porfirio Muñoz Ledo, “negocia” con su homólogo del PPS, Jorge Cruickshank García, y desconocen la victoria electoral de Gascón Mercado. A cambio, al dirigente pepesista le conceden una senaduría, la primera que es ocupada por un no priísta.
Gracias al retorcido colmillo porfirista, la aplanadora del Revolucionario Institucional mantuvo su hegemonía otros 14 años; pese a que en 1987 Porfirio se sumó a la Corriente Crítica y Democrática intrapriísta que irrumpe en la escena preelectoral rumbo a la nominación del candidato presidencial del PRI. La metamorfosis muñozlediana se hace presente.
Es hasta el 4 de octubre de 1987, cuando el secretario de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari (llamado “Recortari”, porque gustaba de tasajear todas las partidas presupuestales, menos la de su dependencia), es ungido por el índice del presidente Miguel De la Madrid como abanderado del tricolor a sucederlo en Los Pinos.
En respuesta, diversos partidos, corrientes y grupos políticos crean el Frente Democrático Nacional (FDN) en torno a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. El 14 de octubre de ese aciago año para el neoliberalismo, el Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) alza la mano y designa como su candidato presidencial a “El Hijo del Tata Cárdenas”.
A esa bandera cuauhtemista se suman también de inmediato el Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional (PFCRN), el Partido Social Demócrata (PSD), el Partido Popular Socialista (PPS); y otras fuerzas políticas estatales, regionales o locales.
Poco a poco en el proceso de adhesión aparecen otros como el Partido Mexicano Socialista (cuyo candidato era Heberto Castillo), la Coalición de Izquierda (CI), y el Movimiento de Acción Popular (MAP), con la Coalición Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo (COCEI, que había ganado los comicios locales oaxaqueños en Juchitán).
Se agregan otras organizaciones de izquierda: la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC), la Asamblea de Barrios de la Ciudad de México (creada tras los terremotos de 1985), la Unión Popular Revolucionaria Emiliano Zapata y la Central Campesina Cardenista (fundada por sectores agrarios y campesinos inconformes con el corporativismo del PRI.
Pero todo suena hueco. La falta de organización y compromiso de los integrantes del FDN para vigilar el proceso electoral y, sobre todo, el recuento de votos y actas de escrutinio del día de la elección, los sorprende la caída del sistema y el desdén de algunos opositores al PRI, para reclamar el respeto al triunfo de Cárdenas en las urnas.
Trasciende que el candidato presidencial del PAN, el sinaloense Manuel Clouthier “Maquío”, no acepta el supuesto triunfo electoral del priísta Carlos Salinas, y se compromete a buscar al lado de Cuauhtémoc Cárdenas la verdad sobre los resultados comiciales de aquel frenético primer domingo de julio de 1988. Fallece después en un inexplicable accidente carretero.
Así las cosas, es en Baja California donde en 1989 se realiza la primera elección para renovar un mando estatal en México. Indudable, el salinismo hace de todo para cumplir los compromisos (celebrados en lo oscurito) con dirigentes de Acción Nacional. Compatibilidad de caracteres o de ideologías, presumiría el después millonario Diego Fernández de Cevallos.
Durante las campañas, altos funcionarios de la Presidencia de la República visitan y amenazan a gente como Alejandro García, líder de colonos en el asentamiento irregular “Camino Verde” (donde el PRI siempre tenía 35 mil votos seguros). Le exigen que todos los sufragios sean para el panista Ernesto Ruffo Apple. Sólo le dan cinco mil, pero ni uno para la abanderada del tricolor.
Después hacen acto de aparición las “concertaciones”. para que otras entidades de la República sean cedidas a los candidatos del PAN. Tal es el sonado caso de Guanajuato, cuando en julio de 1991 el priísta Ramón Aguirre Velázquez agana la elección, pero “renuncia” el mismo día en que recibe su Constancia de Mayoría para suceder a Rafael Corrales Ayala.
Aunque Vicente Fox no pudo demostrar que él había obtenido el triunfo en las urnas, el subsecretario de Gobernación, el tabasqueño Arturo Núñez Jiménez “por instrucciones del presidente Salinas”, apenas logra reunir a 13 de los 29 diputados locales y violentando a la Constitución local y de la República, se toma protesta como nuevo gobernador de Guanajuato al panista Carlos Medina Plascencia.
Al año siguiente, 1992, Francisco Barrio Terrazas se alza con la victoria comicial y se convierte en el tercer gobernador surgido de las filas del blanquiazul. Pese a que el mandato salinista concluye con sólo 3 de los estados gobernados por Acción Nacional, la tarea antipriísta la prosigue Ernesto Zedillo cuya gestión gubernamental termina con 13 entidades comandadas por contrarios al tricolor.
A la fecha, en este 2023, la geografía política partidista es diversa. Mientras los abanderados de Morena, partido que llevó al triunfo en las elecciones presidenciales de 2018 a Andrés Manuel López Obrador, comanda 19 de las 32 entidades del país; aunque comparte el mando estatal con sus aliados.
Por una coalición con el Partido Encuentro Social, gobierna Morelos con Cuauhtémoc Blanco Bravo; el Partido del Trabajo y el Verde Ecologista se impusieron en San Luis Potosí; en tanto que, en Oaxaca, con Morena, el petista Salomón Jara sucedió en el mando estatal al priísta Alejandro Murat Hinojosa.
Sin muchos aspavientos, Movimiento Ciudadano tiene bajo su férula dos entidades: Jalisco, Enrique Alfaro Ramírez y Nuevo León, Samuel García Sepúlveda. Al PRI le queda Durango, que arrebató al PAN con Esteban Villegas; así como Coahuila y Edomex, donde el próximo junio se renovará el mando estatal.
Acción Nacional mantiene Aguascalientes, Chihuahua, Guanajuato, Querétaro y Yucatán; aunque para los bajacalifornianos, tras la victoria del morenista Jaime Bonilla Valdez, quien arrebató al PAN el gobierno del estado tres décadas después; con Marina del Pilar Ávila Olmeda y su marido recuperaron el control de la entidad. A veces, Nadie sabe para quién trabaja… ¿Ni AMLO?